martes, 1 de enero de 2013

No falta comida, falta cordura


REPORTAJE



Repetidas veces ha sido causa de polémica la extremada delgadez de las modelos que vemos diariamente en televisión, carteles y revistas. Barbies humanas que idealizan la figura de la mujer sin curvas. Innumerables veces también, se le ha solicitado a los medios que las modelos utilizadas tengan una talla más acorde con la realidad, y evitar así, incitar a las personas a enfermedades alimentarias. Ahora, esta idealización de la belleza ha saltado también a los productos alimenticios: si una mandarina no es reluciente y completamente naranja, ¡no la quiero! O eso es, por lo menos, lo que opinan las grandes plataformas comerciales. ¿Nos habremos vuelto locos?    

En el mundo existen alimentos de sobra para cubrir las necesidades de toda la población, sin embargo, mil millones de personas pasan hambre. En Aragón, concretamente, más de doscientas cuarenta mil personas se sitúan bajo el umbral de la pobreza, esto quiere decir que viven con menos de 7.355 euros al año. Pero no es todo, ciento setenta mil viven en lo que se denomina “pobreza relativa”: disponen de menos de 627 euros por persona al mes para poder subsistir, según datos del Gobierno de Aragón. Y estas cifras aumentan cada día.                                                      
A pesar de que todos tenemos acceso a esta información, en España nueve millones de toneladas de comida se tiran a la basura al año, lo que resulta 135 kilos por persona. Si desglosamos este dato: un 60% del despilfarre proviene de los supermercados y de la agricultura, un 20% de los hogares y el otro 20% restante, de los restaurantes. A fin de cuentas... mientras unos desechan parte de la comida, otros se mueren de hambre. Que algunos contenedores de basura estén mejor alimentados que muchas personas, ha llevado a familias a la situación de tener que rebuscar en ellos para obtener su fuente principal de alimentación.   

Para que una mandarina salga al mercado y la pueda adquirir el consumidor, tiene que haber pasado antes por un proceso estético con el fin de resultar más atractiva. “Las grandes cadenas nos obligan a que el producto sea perfecto”, afirma Carlos, agricultor que lleva más de 30 años en el oficio. Que una pieza tenga una mancha en la piel o un tamaño mayor, significa que ya no sirve para su venta posterior. Por eso, de los 200 mil kilos de fruta que se producen en este campo al año, solo 120 mil saldrán a la venta: los 70 mil restantes no tienen el suficiente glamur como para estar expuestos en las vitrinas de un supermercado y terminaran desechados. La dictadura de lo estético llega hasta el punto de que “se maquilla la fruta”, confiesa Carlos, “pasan por un proceso de belleza, se les abrillanta con un máquinas que tienen cepillos y expulsan un gas que les potencia el color”. ¿Somos los ciudadanos tan estrictos a la hora de elegir? Eso asegura Carmen Picot, que pertenece a la sección de relaciones institucionales de supermercados Consum: “cuando tienes la opción de la venta a granel el consumidor es el que elige, las que tuviesen golpes o manchas se quedarían sin vender”. Cualquier producto que no esté perfectamente embasado será retirado.                                               
El doble etiquetado de los productos es otra de las causas del derroche de comida: la diferencia entre la “fecha de caducidad”, la cual existe peligro si se sobrepasa, y “consumir preferentemente antes de” porque si no pierde sus cualidades estéticas,  causa confusión  al 18% de los europeos, que tiran a la basura productos que todavía están en buen estado. Según la web del ministerio de Agricultura, solo el 20,5% de supermercados en España donan los alimentos que retiran a una ONG.    

Existen más de doscientas entidades en nuestra comunidad que se dedican a recoger estos alimentos que “nadie” quiere y “muchos” desean. El Banco de Alimentos de Aragón provee a estas entidades mercancía para alimentar a 20 mil personas al mes. Situado estratégicamente en el recinto de Mercazagoza desde 1994, se abastece, por una parte, de los excedentes de comida que donan las empresas mayoristas que tienen allí sus puestos, y por otra, de lo que dona la industria. “Nos dan productos que no pueden vender porqué el envoltorio está roto y los que tienen una fecha de caducidad próxima”, cuenta José Luís, que trabaja como voluntario desde hace cinco años y asegura que “la demanda ha crecido muchísimo”. Desde que comenzó la crisis están desbordados, el perfil del solicitante se ha ampliado, “hoy está en los servicios sociales cualquier persona” y los recortes a los servicios sociales por parte de la administración pública todavía dificulta más su tarea. Concienciar a los ciudadanos al no despilfarro y un código de buenas prácticas para las empresas, serían algunas de las soluciones para paliar este problema.

Según datos del INE (instituto nacional de estadística), treinta y cinco mil familias españolas estas navidades no van a poder encender la calefacción, y mucho menos, permitirse grandes manjares en sus mesas. Esperemos que el nuevo año no comience con los contenedores repletos de alimentos, que la noche anterior, han faltado en los platos de tantos hogares.

Texto: Eva Aznar   

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