jueves, 3 de enero de 2013

Ir a ver a la Virgen y volver con un chorizo bajo el brazo


CRÓNICA

Eso es lo que le puede pasar si aprovecha estos días de vacaciones para dar un paseo por la Plaza del Pilar, donde como cada año desde 2008 se lleva celebrando la Muestra Navideña que aglutina a decenas de artesanos.

La plaza más famosa de la ciudad presenta estos días un aspecto de lo más navideño, quizás demasiado para los menos tradicionales. El Belén, el famoso ‘tragachicos’, el paseo en burro y la pista de patinaje sobre hielo se unen a los numerosos puestos de artesanía y gastronomía tradicional que componen el paisaje.


Nada más llegar los aromas a queso, castañas asadas y a chocolate caliente entran por nuestro olfato e inmediatamente nos recuerdan las fechas en las que nos encontramos y, de paso, abriendo el apetito. Menos mal, porque el hilo musical navideño de la plaza, el cual repite mecánicamente una y otra vez los mismos tres villancicos, no hace sino sentir ganas de salir corriendo.

Seguimos adelante con nuestro recorrido y nos mezclamos entre puestos de mieles, embutidos, patatas asadas y dulces clásicos, siendo el chocolate con churros el producto estrella entre los viandantes. Este ambiente melancólico se mezcla con el escaso público que acude en las horas matinales a la plaza, lo que da resultado a una estampa ciertamente gris.

Comentan los artesanos las mismas palabras que llevamos oyendo en los últimos años. Crisis, menos clientes, menos ventas. La gente mira pero no compra. Tocan (los artesanos siempre ofrecen pequeñas muestras de su producto) y tampoco compran. La joya de la corona es un queso gigante que se encuentra en uno de los stands, pero no porque se venda mucho, sino por la cantidad de instantáneas que junto a él se hacen decenas de turistas. La gente viene a pasear, no a comprar, dicen.

El bar improvisado montado en mitad de la muestra atiende a tres clientes en todo el tiempo que transcurre nuestra visita, mientras que en el extremo de la plaza un puesto de comida vanguardista hace las delicias de los ciudadanos allí congregados ofreciendo nuevas formas de comer uno de los platos más típicos de la Navidad, el cardo, el cual es mezclado con los más variopintos ingredientes, como por el ejemplo con clavel chino. Qué cosa más rara y qué bueno al paladar.

Abandono el lugar con un par de chorizos bajo el brazo y satisfecho con la visita realizada mientras un par de hombres de dios claman por la salvación y me anuncian el que el fin de los tiempos se aproxima para todos nosotros. Que oportunistas, es 21 de diciembre.


Texto y fotos: Alberto Larrodé.

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