![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgqraC5frbrv_mbNDcF611egqjG-COCBNYAlKljEGj-ERm8h-8lSa51f8Jr-vh-5IhBq1MJE4axbnyvC1B6q7YxE4ET7RvH-oGZQaAgqQG1oIFYxVV0vsnTV-vFutvqY2COIb0FxqsgYC0/s320/IMAG0219.jpg)
CRÓNICA
Eso es lo que le puede pasar si aprovecha estos días de vacaciones para dar un paseo por la Plaza del Pilar, donde como cada año desde 2008 se lleva celebrando la Muestra Navideña que aglutina a decenas de artesanos.
Eso es lo que le puede pasar si aprovecha estos días de vacaciones para dar un paseo por la Plaza del Pilar, donde como cada año desde 2008 se lleva celebrando la Muestra Navideña que aglutina a decenas de artesanos.
La plaza más famosa de la ciudad
presenta estos días un aspecto de lo más navideño, quizás demasiado para los
menos tradicionales. El Belén, el famoso ‘tragachicos’, el paseo en burro y la
pista de patinaje sobre hielo se unen a los numerosos puestos de artesanía y
gastronomía tradicional que componen el paisaje.
Nada más llegar los aromas a queso,
castañas asadas y a chocolate caliente entran por nuestro olfato e
inmediatamente nos recuerdan las fechas en las que nos encontramos y, de paso,
abriendo el apetito. Menos mal, porque el hilo musical navideño de la plaza, el
cual repite mecánicamente una y otra vez los mismos tres villancicos, no hace
sino sentir ganas de salir corriendo.
Seguimos adelante con nuestro
recorrido y nos mezclamos entre puestos de mieles, embutidos, patatas asadas y
dulces clásicos, siendo el chocolate con churros el producto estrella entre los
viandantes. Este ambiente melancólico se mezcla con el escaso público que acude
en las horas matinales a la plaza, lo que da resultado a una estampa
ciertamente gris.
Comentan los artesanos las mismas
palabras que llevamos oyendo en los últimos años. Crisis, menos clientes, menos
ventas. La gente mira pero no compra. Tocan (los artesanos siempre ofrecen
pequeñas muestras de su producto) y tampoco compran. La joya de la corona es un
queso gigante que se encuentra en uno de los stands, pero no porque se venda mucho, sino por la cantidad de
instantáneas que junto a él se hacen decenas de turistas. La gente viene a
pasear, no a comprar, dicen.
El bar improvisado montado en mitad
de la muestra atiende a tres clientes en todo el tiempo que transcurre nuestra
visita, mientras que en el extremo de la plaza un puesto de comida vanguardista
hace las delicias de los ciudadanos allí congregados ofreciendo nuevas formas
de comer uno de los platos más típicos de la Navidad, el cardo, el cual es
mezclado con los más variopintos ingredientes, como por el ejemplo con clavel
chino. Qué cosa más rara y qué bueno al paladar.
Abandono el lugar con un par de
chorizos bajo el brazo y satisfecho con la visita realizada mientras un par de
hombres de dios claman por la salvación y me anuncian el que el fin de los
tiempos se aproxima para todos nosotros. Que oportunistas, es 21 de diciembre.
Texto y fotos: Alberto Larrodé.
No hay comentarios:
Publicar un comentario