miércoles, 2 de enero de 2013

El profeta de Sevilla se ganó su silla

REPORTAJE

                                                                                          Reuters


Llegó hace ahora un año con la quimérica misión de salvar al Real Zaragoza del pozo de la Segunda División. Nadie creía en él ni en su trabajo. De hecho, no era la primera (ni la segunda) opción para sentarse en el banquillo maño. Michel, ahora, irónicamente, en el club de los amores del de Arahal, se situaba por delante. Pero rotas las negociaciones con el ex-jugador del Real Madrid, Don Manolo Jiménez se convirtió en nuevo entrenador zaragocista. Y digo bien, Don, porque, al igual que el “capo di tutti capi” de la familia Corleone, Jiménez se ha instaurado en el Real Zaragoza como líder indiscutible. Y es que Don Manolo ha realizado una oferta que el Zaragoza no ha podido rechazar: la lucha por algo más que la amenaza eterna del descenso. La lucha por el prestigio perdido.

Manolo Jiménez (Arahal, Sevilla, 1964) es el hombre milagro del Real Zaragoza. Consiguió lo imposible la pasada campaña, cuando salvó al club tras llegar a estar a 12 puntos de la salvación. En Primera, nadie más lo ha hecho en 82 temporadas. Pero no fue un camino fácil. A fe que no. La larga veintena de espartanos comandados por Jiménez tuvieron que soportar un auténtico infierno en la recta final de la pasada Liga.

25 de Febrero de 2012. Sala de prensa del estadio de La Rosaleda, Málaga. El Real Zaragoza acababa de perder 5-1 frente al club malacitano, pese a que se había adelantado en el marcador gracias al tanto de Carlos Aranda. “Siento vergüenza”, llegó a proferir el entrenador zaragocista. Dos simples palabras, lejos de los impetuosos discursos de películas como Braveheart o Gladiator, bastaron para que los jugadores zaragocistas apelasen a su espíritu guerrero y decidieran enfrentarse cara a cara con su destino. Un destino que les llevaría, al igual que al general romano encarnado por el actor neozelandés Russel Crowe, a defender su honor en un auténtico Coliseo.

13 de Mayo de 2012. Coliseum Alfonso Pérez, Getafe. Cerca de once mil seguidores zaragocistas se desplazaron más de 300 kilómetros para ver de primera mano un milagro. Esa tarde, el Real Zaragoza venció por cero a dos al equipo local para certificar su increíble hazaña: había logrado eludir a la muerte. La muerte segura que suponía el descenso a la Segunda División. Y Don Manolo se ganó el cielo blanquiazul.

Finalizada la temporada, parecía entonces que iba a comenzar una bonita amistad entre Jiménez y el Real Zaragoza. Pero superado el escollo del descenso, faltaba por lidiar con el enemigo en casa: Agapito Iglesias. El máximo accionista del club, y por aquel entonces presidente de la entidad, seguía fiel a su política de obstaculizar cualquier cuestión que pudiera resultar beneficiosa para el Real Zaragoza. Y la renovación de Jiménez era una de esas cuestiones. Afortunadamente, y tras dos semanas de incertidumbre, las cosas llegaron a buen puerto, y el de Arahal firmó por tres temporadas más, con la ilusión de convertirse en el Arsène Wenger zaragocista. El profeta de Sevilla se había ganado, y de manera justa, su sitio como entrenador en el club del león rampante. Su lugar en la historia del zaragocismo.       

Una nueva temporada ha comenzado. La 2012-2013. Y, por primera vez en muchos años (desde la primera campaña de Víctor Fernández tras su regreso), el Real Zaragoza navega tranquilo por la Primera División. Las cosas se han hecho, por fin, bien desde un principio. Se ha fichado con cabeza, buscando gente joven, de calidad, y en propiedad. Se ha encontrado un once tipo y un sistema de juego efectivo y equilibrado. Pero sobre todo, se ha restablecido la relación con la afición, rota desde hacía demasiados años. El técnico ha caído en gracia entre la hinchada, quienes corean cada domingo al unísono el que se ha convertido en el grito de guerra del de Arahal: “¡Manolo Jiménez, qué cojones tienes!”. Su filosofía futbolística y su profesionalidad han calado profundamente en el aficionado de a pie.

El míster ya ha manifestado su deseo de devolverle la grandeza al conjunto maño. Bajo su tutela, el Real Zaragoza pasa, tras demasiado tiempo, unas Navidades en paz. Más cerca de Europa que del infierno del descenso. Jiménez ha encontrado su sitio, y el Real Zaragoza lo ha hecho con él. Como ya escribiese Benito Pérez Galdós en sus famosos Episodios Nacionales más de cien años antes, Don Manolo Jiménez es un claro ejemplo de que Zaragoza nunca se rinde.     

Texto: Guillermo Gil   

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