La repetida expresión cuesta de enero ha dejado de tener
sentido. Porque hace años que no subimos ninguna cuesta; descendemos en caída
libre. El primer mes del año ha sido siempre complicado; la subida generalizada
de precios, unida al aumento del gasto de los hogares en navidad obligaba a
ajustar la economía familiar. Solo se salvaba por las esperadas rebajas y eso
sin contar todas aquellas cosas que no has utilizado nunca pero que compraste
con descuento porque eran un chollo y
cuyo precio maldices ahora.
El consuelo estaba en que los
sueldos y las pensiones también aumentaban. No subían a la par que el nivel de
vida, sino del IPC, pero subían. Según la Asociación de Consumidores y usuarios
(OCU) los bolsillos van a experimentar el aumento de las facturas de la luz
-una media del 3%-, el teléfono y las gasolinas. También asciende el precio del
autobús público, el transporte por carretera, las tasas aeroportuarias, el tren
-3% de media- y las autopistas de peaje – una subida del 2,40% que se suma al
7% que aplicaron algunas autopistas a mediados de año-. Lo único que no sube es
el butano y el gas. La buena noticia es que las familias con hipoteca tendrán
un respiro con la bajada del euríbor – un 0,459%- que puede rebajar las
hipotecas hasta 100 euros al mes.
Todo sube… menos las pensiones.
Miento. Han subido un 1% de forma general. La pérdida de poder adquisitivo de
los pensionistas es cada vez más notoria y no podemos olvidar que las pensiones
se han convertido en un ingreso fundamental para cientos de familias que tienen
a todos sus miembros en paro o que dependen de la ayuda de los más mayores para
afrontar sus gastos mensuales.
Todo sube… menos los salarios. Hace
tiempo que los sueldos no se corresponden con las funciones desarrolladas en el
puesto de trabajo, por no hablar de la capacitación exigida al trabajador y los
interminables años de prácticas y becas a los que se ven abocadas miles de
personas. Todo ello por una compensación económica que está muy lejos de lo que
sería justo objetivamente. Y ahora, por si fuera poco, los sueldos están
prácticamente congelados basándose en la sagrada moderación salarial.
Políticos y empresarios no han
dejado de repetir su mantra: sacrificio y moderación. ¿Sacrificio de quién?
Nuestro. ¿Moderación para qué? Para aumentar su margen de beneficios. Ellos son
los que viven por encima de unas posibilidades: nuestras posibilidades.
Puede que se hayan olvidado de
una cosa: están exprimiendo a la gran masa de consumidores de nivel adquisitivo
medio. A los ciudadanos que pagan sus sueldos y les ponen en sus sillones. A
los consumidores que compran sus productos. ¿Quién les comprará? La producción
en serie fue posible gracias al aumento de los salarios de los obreros, que se
convirtieron así en compradores de los productos que ellos mismos fabricaban. Sin
una gran cantidad de compradores no era viable producir una gran cantidad del
mismo producto. El capitalismo es consumo, es algo intrínseco.
En algún momento tendrán que
aflojar la presión. Lo malo es que ese momento no llegará hasta que los
beneficios obtenidos por el empeoramiento de las condiciones laborales y fiscales
dejen de compensar la pérdida de ingresos por la caída del consumo. Y como
cuando hay algo malo siempre existe algo peor, lo peor será que la paralización
sufrida en el presente será el retraso del futuro.
Texto: Mila Herrera
Texto: Mila Herrera
No hay comentarios:
Publicar un comentario