jueves, 3 de enero de 2013

Cuesta abajo y sin frenos



La repetida expresión cuesta de enero ha dejado de tener sentido. Porque hace años que no subimos ninguna cuesta; descendemos en caída libre. El primer mes del año ha sido siempre complicado; la subida generalizada de precios, unida al aumento del gasto de los hogares en navidad obligaba a ajustar la economía familiar. Solo se salvaba por las esperadas rebajas y eso sin contar todas aquellas cosas que no has utilizado nunca pero que compraste con descuento porque eran un chollo y cuyo precio maldices ahora.


El consuelo estaba en que los sueldos y las pensiones también aumentaban. No subían a la par que el nivel de vida, sino del IPC, pero subían. Según la Asociación de Consumidores y usuarios (OCU) los bolsillos van a experimentar el aumento de las facturas de la luz -una media del 3%-, el teléfono y las gasolinas. También asciende el precio del autobús público, el transporte por carretera, las tasas aeroportuarias, el tren -3% de media- y las autopistas de peaje – una subida del 2,40% que se suma al 7% que aplicaron algunas autopistas a mediados de año-. Lo único que no sube es el butano y el gas. La buena noticia es que las familias con hipoteca tendrán un respiro con la bajada del euríbor – un 0,459%- que puede rebajar las hipotecas hasta 100 euros al mes.


Todo sube… menos las pensiones. Miento. Han subido un 1% de forma general. La pérdida de poder adquisitivo de los pensionistas es cada vez más notoria y no podemos olvidar que las pensiones se han convertido en un ingreso fundamental para cientos de familias que tienen a todos sus miembros en paro o que dependen de la ayuda de los más mayores para afrontar sus gastos mensuales.


Todo sube… menos los salarios. Hace tiempo que los sueldos no se corresponden con las funciones desarrolladas en el puesto de trabajo, por no hablar de la capacitación exigida al trabajador y los interminables años de prácticas y becas a los que se ven abocadas miles de personas. Todo ello por una compensación económica que está muy lejos de lo que sería justo objetivamente. Y ahora, por si fuera poco, los sueldos están prácticamente congelados basándose en la sagrada moderación salarial.


Políticos y empresarios no han dejado de repetir su mantra: sacrificio y moderación. ¿Sacrificio de quién? Nuestro. ¿Moderación para qué? Para aumentar su margen de beneficios. Ellos son los que viven por encima de unas posibilidades: nuestras posibilidades.


Puede que se hayan olvidado de una cosa: están exprimiendo a la gran masa de consumidores de nivel adquisitivo medio. A los ciudadanos que pagan sus sueldos y les ponen en sus sillones. A los consumidores que compran sus productos. ¿Quién les comprará? La producción en serie fue posible gracias al aumento de los salarios de los obreros, que se convirtieron así en compradores de los productos que ellos mismos fabricaban. Sin una gran cantidad de compradores no era viable producir una gran cantidad del mismo producto. El capitalismo es consumo, es algo intrínseco.


En algún momento tendrán que aflojar la presión. Lo malo es que ese momento no llegará hasta que los beneficios obtenidos por el empeoramiento de las condiciones laborales y fiscales dejen de compensar la pérdida de ingresos por la caída del consumo. Y como cuando hay algo malo siempre existe algo peor, lo peor será que la paralización sufrida en el presente será el retraso del futuro.

Texto: Mila Herrera

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