OPINIÓN
El pasado viernes el Real Zaragoza
consumó su sexta derrota en casa en lo que va de temporada frente al Betis por
1-2 alargando su crisis doméstica un partido más. No se consigue la victoria en
La Romareda desde el pasado 10 de noviembre frente al Deportivo de La Coruña.
Por el contrario fuera de su campo se ha mostrado como un equipo muy sólido
cosechando victorias importantes en campos difíciles como San Mamés o Vallecas.
Sus actuaciones a domicilio le permiten respirar con cierta tranquilidad en la
clasificación de la Liga, pero la situación en casa empieza a ser preocupante.
¿Cuál es el por qué de esta
situación tan insólita? Los buenos resultados obtenidos fuera de La Romareda se
han debido, en primer lugar, a un sistema defensivo excelente basado en el
rigor táctico y la presión de los jugadores más adelantados, lo que permite un
mayor robo de balones y la creación de oportunidades de gol. En cambio, vemos
como en casa la línea defensiva se adelante prácticamente hasta mediocampo lo
que, en caso de error o pérdida del balón, desemboca en muchas ocasiones de gol
fáciles para un rival que prácticamente se planta sólo ante la portería de
Roberto Jiménez. Toda una temeridad teniendo en cuenta que la defensa zaragocista
no destaca mucho por su velocidad.
Contra el Betis, ambos goles
verdiblancos fueron por este error que ya se está convirtiendo en clásico. El
primer tanto de Rubén Castro es un claro ejemplo. Falta a favor en la cual los
centrales suben a rematar, dejando a Movilla y a Abraham cómo última línea
defensiva. El centro de Apoño es atrapado por Adrián que pasa rápidamente a
Campbell, el cual ve desmarcado a Castro que se planta solo ante la portería de
Roberto tras dejar atrás fácilmente a Movilla. Gol.
Este tipo de situaciones se debe a
la ansiedad de los jugadores por ganar en casa y quedar bien ante su público,
muy exigente como lo es el de La Romareda. La afición en general está
satisfecha con el rendimiento global de su equipo, pero la situación en casa
empieza a ser preocupante y ya se escucharon el viernes los primeros pitos
contra el equipo.
El problema que tiene el Real
Zaragoza en casa es el mismo que el equipo plantea a los rivales cuando juega
fuera. No sabe cómo jugar contra equipos que cierran filas, se ve incapaz de
llegar con fluidez al arco rival y cuando lo hace, la falta de pólvora del
equipo se hace evidente. Postiga está rindiendo a un gran nivel, sí, pero no es
suficiente, lo cual se agrava con la más que posible marcha de Aranda, un
delantero que ofrecía otros argumentos en el ataque muy importantes para el
cuadro de Manolo Jiménez.
Está claro que este es un equipo (y
un club si me lo permiten) en construcción, con jugadores muy jóvenes y de
proyección que aún están en un proceso de aprendizaje mezclados con veteranos
curtidos en mil y una batallas pero que ya no están para llevar el peso de un
equipo, pero sí para enseñar a los más jóvenes de qué va esto del fútbol y dar
estabilidad en el terreno de juego. El técnico de Arahal debe seguir su
magnífica línea de trabajo llevada hasta ahora y, sin querer ser fatalista,
corregir cuanto antes esos errores que pueden llevar al equipo a una situación
crítica para que no vuelvan los fantasmas del pasado más reciente de la
entidad. La situación es reversible y confiemos en que muy pronto los goles
vuelvan a cantarse en Zaragoza y no sólo lejos de ella.
Texto: Alberto Larrodé
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